miércoles, 21 de febrero de 2007

El petróleo en la Economía Mundial

Desde el 20 de marzo de 2003, fecha en la que se inició la invasión a Iraq por la llamada Coalición de la voluntad bajo el liderazgo estadounidense, a nadie se le escapa que uno de los principales motivos no declarados abiertamente por los Estados Unidos para meter sus narices en esa zona de Oriente Medio es por el denominado oro negro. Y es que un país que se precie de mantener su hegemonía necesita de petróleo a raudales para hacer andar su motor industrial.

EEUU tiene extensos yacimientos de oro, carbón, uranio y petróleo. El gran problema para el Gobierno estadounidense radica en que sus pozos petrolíferos han sido, durante décadas, fielmente aprovechados para alimentar el tejido industrial de este país. Así, nos encontramos que yacimientos como los de Norteamérica o los del Mar del Norte explotados, éstos últimos, desde 1970 están a la baja en producción y se hace necesario mirar hacia otros destinos más prolíficos con este hidrocarburo tan especial.

Los pozos petrolíferos hallados en el Mar Caspio y en la Costa Oeste de África vienen a paliar una posible crisis eventual y, por consiguiente, subida de precios del barril de crudo. Aún así, los precios del oro negro continúan al alza debido a que la producción de estos nuevos yacimientos no llega con la suficiente fuerza como para satisfacer toda la demanda. A esto debemos unir, por si fuera poco, la idea de hacer decrecer la producción de Arabia Saudita, aliado estratégico de los petrodólares Norteamericanos, por haber agotado algunos de sus pozos, y es necesario hacer valer para los sauditas, lo máximo posible, estos ricos yacimientos que hacen prosperar tanto a su economía.

Pero la búsqueda del Santo Grial del siglo XXI no viene especificada, únicamente, por el gasto establecido por los yankees, sino por la voluntad de algunos países asiáticos de crecer ferozmente y amenazar la supremacía estadounidense. Así, Estados como India, China y Japón son motores económicos endiablados que van a unas revoluciones, en términos de crecimiento, superiores a la norteamericana y eso exige alimentarse del caro oro negro.

La estrategia global de EEUU no comenzó, hace algo más de tres años, con la invasión a Iraq. Esa invasión significó, entre otras muchas cosas, una demostración de poder, alentada y cobijada sobre los actos terroristas que tuvieron lugar en el World Trade Center de Nueva York el fatídico 11-S, para hacer valer más rápida y ferozmente el plan establecido tras el desmoronamiento de la antigua Unión Soviética y la emersión peligrosa para la hegemonía norteamericana de las economías asiáticas.

Tras 1991, sin un ente político capaz de rivalizar con EEUU, estando Europa carente de una diplomacia y unidad que hiciera aprovechar este gran momento, el Gobierno norteamericano comenzó a extender y agrandar su área de influencia a regiones que, anteriormente, y por ocupación del bloque socialista, le estaban vedadas. Los Estados Unidos de América hábilmente supieron inmiscuirse en conflictos, tras las vacilaciones europeas, como el de Bosnia y Kosovo, la Primera Guerra del Golfo y la guerra de Afganistán, territorio éste último bajo dominación rusa por más de dos siglos y puerta principal de entrada de Asia central.

Estados Unidos con la dominación de Iraq consigue la estabilidad en el aprovisionamiento de energía dada por el petróleo. Además se encomienda la tarea de salvaguardar y custodiar dichos yacimientos petrolíferos, lo que le confiere un aumento de su poder económico y geopolítico y, de esta forma, da un golpe fuerte a los países en vías de desarrollo asiáticos que necesitan de esos manantiales para crecer. Y por último, Washington tiene un arma para negociar precios frente a la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).

La política de la OPEP es clara. Buscan unificar y coordinar las acciones de los países petrolíferos miembros como respuesta a una posible bajada de este hidrocarburo. De igual forma armonizan, según sus intereses económicos, el ritmo productivo diario de barriles de crudo. Esta organización económica internacional cuenta con más del 65% de los yacimientos petrolíferos de todo el planeta y, por ello, llevan la voz cantante en todas las decisiones a este respecto.

Un ejemplo de la debilidad y necesidad de Europa por el petróleo pudimos observarla, recientemente, el pasado 6 de enero cuando el dictador de Bielorrusia, Alexander Lukashenko, de cara a la galería presidente de dicho estado, requisó y se apropió unilateralmente, por obra y gracia de su alegato de poder y, si con ello saca tajada económicamente mejor que mejor, de unas 79.000 toneladas de crudo procedente del gaseoducto de Druzhba que iban destinadas al abastecimiento de Alemania, Polonia y Ucrania.

El Gobierno de Minsk decidió fijar un arancel de 45 dólares por tonelada al crudo ruso que pasa por su país y va destinado a Europa. Esta decisión del, mal llamado, presidente Alexander Lukashenko, curiosamente apoyado por el Gobierno de Moscú, es una clara contramedida a la anterior decisión de Rusia de fijar un impuesto revolucionario de 181 dólares la tonelada de crudo con destino a Bielorrusia, razón por la cual, las autoridades de esta extinta república soviética, más a efectos teóricos que prácticos, dejaron de comprar petróleo a los rusos que, a día de hoy, desean tener una influencia total sobre las antiguas repúblicas que conformaban la, desastrosa y digna para olvidar, Unión Soviética. Y es que los moscovitas son como aquel perro del hortelano del buen refranero español que ni comía ni dejaba comer. Y para festejar toda esta algarabía de impuestos los unos sobre los otros y los otros sobre los unos decidieron llamarlo Druzhba, palabra rusa que significa amistad en la lengua de Cervantes. Con amigos así..., ¿quién necesita enemigos?

Como hemos visto, actualmente, es EEUU y su fiel guardaespaldas Reino Unido, los que poseen armas diplomáticas suficientes para tener petróleo mientras éste dure. Los demás, asiáticos y europeos, sobre todo estos últimos, beberán de las decisiones que dicte la OPEP, a la cual no podrán presionar ni directa ni indirectamente porque lo que vale en este negocio son los dólares no los euros. Y esta fue una razón argumentada, también, por algunos analistas, para invadir Iraq. Cuentan estos investigadores que, el ya ahorcado, Sadam Hussein deseaba cotizar su petróleo en euros y exigir que éste se pagara en esta moneda en vez de en dólares americanos. Esto ocasionó en el año 2000 una guerra de divisas entre el euro y el dólar constituyéndose en el primer desafío a la hegemonía del dólar como moneda de reserva internacional. Esto último, traducido por los economistas, vendría a significar que un desplazamiento en las reservas internacionales de los países hacia otra divisa diferente al dólar tendría un gran impacto sobre la economía estadounidense peor que la destrucción causada por una guerra.
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