martes, 6 de febrero de 2007

El Potro coge por sexta vez sus guantes

El púgil de Filadelfia ataca por última vez. Sí, parece inaudito, pero así es. El Potro Italiano, más conocido por todos sus seguidores como Rocky Balboa, regresa a la gran pantalla por sexta vez y, en esta ocasión, se va para no volver.

El buen corazón de Sylvester Stallone vuelve a debatirse entre la subida o no a la lona de nuevo, en un combate final que adquiere una relevancia notable tras pronosticarse, por medio de una computadora, la victoria del Potro sobre el campeón pugilístico Mason 'The Line' Dixon (Antonio Tarver).

El propio Sly escribe, una vez más, un guión en clave de carta de amor hacia su personaje fetiche. Toda la película rezuma un sentimentalismo conmovedor de recuerdos pasados vividos anteriormente por este mítico personaje.

En el sur de su Filadelfia Rocky nos lleva de la mano para observar los cambios dados por el paso del tiempo. Y es que 30 años dan para mucho. Nada es ahora lo que fue en el barrio, pero a través de sus recuerdos nostálgicos Balboa no puede olvidar a su gran amor Adrián (Talia Shire) ni a su gran mentor y padre en el mundo del boxeo Mickey (Burguess Meredith).

Por medio de recurridos y entrañables flashbacks, el propio Stallone, transporta al espectador a ese mundo que él vive en sus adentros. Su interior alberga una lucha constante más terrible que cualquier otra pelea anteriormente disputada. Desea librar ese último combate pero esta vez su amada Adrián no está para apollarle.

Es encomiable y muy destacable el acierto a la hora de retratar las diferentes secuencias de los combates por medio de la utilización de la cámara digital. En este apartado se nota, como es obvio, el salto cualitativo con respecto a las precuelas de la saga.

En el film se echa en falta la aparición, de alguna forma, del gran campeón archienemigo, primero, y luego fiel compañero de Rocky, Apollo Creed (Carl Weathers) que, en esta ocasión, no aceptó ceder a Stallone sus derechos de imagen para la inclusión en dicha película. Es la guinda que hubiera alabado a esta vida de amor y superación deportiva que pone fin en este momento.

Y ese final es bien dibujado por Sylvester en el último plano de la película en el cual no se despide el personaje, sino el actor de su amor por la vida interpretada que le consagró hace tres décadas. Con un emotivo y sincero adiós Sylvester Stallone rubrica un efusivo y noble acabado para dar término, de una vez por todas, a la mejor saga de boxeo de todos los tiempos.

Chapeau Rocky.

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