domingo, 4 de febrero de 2007

La política exterior estadounidense y el juego europeo

Tras el desmembramiento en marzo de 1991 de las antiguas repúblicas que conformaban la extinta Unión Soviética, se abre un cambio ostensible y ostentoso para EEUU que es, actualmente, la potencia hegemónica y, como tal, la encargada de dictar las normas de juego dentro del panorama Internacional.

La ONU, nacida para desterrar todo acto de confrontamiento bélico entre diversas y diferentes potencias, aglutina al mayor número de estados posibles con el fin de preservar unas reglas que, mayormente, beneficien a su más directo mecenas, los Estados Unidos de América.

Aún estando en un mundo unipolar con EEUU presidiendo el juego, éste no posee un poder claramente superior a una hipotética unión de, por ejemplo, los países que poseen derecho de veto a las resoluciones dentro de la ONU. Es decir, ante una suma de poder de Rusia, Francia, China y Reino Unido en contraposición al que pueda tener EEUU, este último perdería muchos y variados intereses con los que ahora cuenta.

Por ello, EEUU presenta una amistad fraternal con Reino Unido, siendo éste un país de enorme interés para la formación de una Unión Europea rivalizadora del poder capital presidido por los norteamericanos. El continente europeo con Alemania, Francia e Italia, como motores económicos y políticos, son los encargados de dar balones de oxígeno a una unión de países que, llamada a competir con la vieja unión de estados americanos, vaga coja en su afán de cobrar su importancia dada en la teoría a la práctica de las importantes decisiones tomadas para regir la vida de este mundo globalizado.

La Unión Europea, para optar al decoro de superpotencia al mismo nivel de poder que ostenta EEUU, debiera presentar una política común presidida por una única voz, estando ésta actualmente perdida por las diferentes internalidades que enfrentan a sus países miembros, más preocupados por satisfacer intereses locales que posibles menesteres que lleven al bien colectivo de un órgano común aglutinador de todos ellos, la Unión Europea.

El ejemplo más claro, de lo comentado anteriormente, puede verse en la estúpida y peregrina idea de querer introducir por la fuerza países no afines a la política, economía y cultura de la Vieja Europa en la tan distinguida Unión. Y es por ello, por debates internos innecesarios sobre la inclusión o no de Turquía, por lo que se desvía el foco de atención en conformar el extenso territorio que ya se posee y potenciar políticas comunes que estrechen más los lazos de unión entre países hermanos de Europa.

Necesario y, totalmente prioritario, es también el hecho de establecer una política educativa coherente y eficaz. Política, por cierto, que fracasa en nuestro país a su vez heredera de otros fracasos de antaño venidos de Europa. Según un informe estadístico de la CIA de las proyecciones del mundo de aquí al 2020, se habla de que tres potencias romperán la hegemonía americana; China, India y la Unión Europea podrían ser las potencias encargadas de establecer nuevas normas comerciales rompiendo con los estándares americanos virando a gustos asiáticos. Y es, precisamente, el factor educativo el principal garante, y no otros factores, también no menos importantes, como el político o el económico, los que harán ascender radicalmente a China e India en el escalafón de poder que les haga rivalizar estrechamente con los americanos. Europa, en su conjunto, debería proponer una política educativa común con el fin de propiciar una base de gente, en un futuro, propensa a armar un sistema que sea capaz de cambiar las reglas de juego estadounidenses.

La política exterior de los EEUU cambia sustancialmente después de los devastadores sucesos del 11-S. Si el Medio Oriente ya venía siendo un problema reiterado en años anteriores con gobiernos pasados para los americanos, tras los actos terroristas se pasa, radicalmente y de una forma enérgica, de mandar mensajes lisonjeros a aquellos países no afines a los intereses estadounidenses a ser enviadas palabras directas que traían el advenimiento de futuros conflictos en la zona.

EEUU empezó el 7 de octubre de 2001, mediante la Operación Libertad Duradera, primeramente llamada Justicia Infinita, tras negarse el régimen afgano a entregar a las autoridades estadounidenses al terrorista multimillonario Osama Bin Laden por considerársele a éste el hombre más buscado y peligroso e impulsor de los atentados al World Trade Center en Nueva York. Tras sucesivos bombardeos la administración Bush consiguió derrocar la política afgana y establecer una más afín a los intereses norteamericanos. Sin embargo, el enemigo número uno de los EEUU, a día de hoy, sigue desaparecido y en busca y captura.

Terminada la guerra con los afganos, EEUU situó su mirada en su antiguo aliado en la década de los 80 para hacer contrapeso en una zona del Medio Oriente dominada por Siria e Irán, estados enemigos de las ideas occidentales en general y de la estadounidense en particular. Iraq fue acusada por George W. Bush de poseer armas de destrucción masiva y dar cobijo a integrantes de la organización terrorista Al Qaeda. Así, el presidente de los Estados Unidos de América, George W. Bush, en su discurso del Estado de la Unión, acuñaba el término Eje del Mal para referirse a todos aquellos regímenes que apoyaban el terror, situando dentro de éste a Iraq, Irán y Corea del Norte para, más tarde, integrar a nuevos miembros no afines a la política norteamericana como Libia, Siria, Zimbabwe, Bielorrusia y Cuba.

Tras la Guerra del Golfo, Iraq permanecía a expensas y bajo mandato de la ONU por el llamado programa petróleo por alimentos, el cuál permitía a este país vender el oro negro siempre que la venta repercutiera posteriormente en alimentos y medicinas, y bajo continuas visitas de los inspectores de la ONU, encargados de verificar el desarme y abandono de políticas armamentísticas por el gobierno de Saddam Hussein. Tras la crisis en 1998, donde el régimen despótico de Saddam expulsa a los inspectores de la ONU de la zona, esta organización internacional aprueba la resolución 1441 el 8 de noviembre de 2002, por la cual se le da un plazo de 30 días al gobierno iraquí para que permita el acceso de los inspectores de la ONU y colaboren con ellos presentando debidos informes donde reflejen todo su material armamentístico. Esta resolución 1441 fue una especie de analgésico para los EEUU que buscaba calmar, durante algún tiempo, las ansias de intervención militar en Iraq.

Sin embargo, EEUU no cesó en su empeño de seguir presionando al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para una intervención que, desde filas norteamericanas, se consideraba totalmente necesaria. Así, y para argumentar la necesidad de la fuerza armada, se apostillaron ante la ONU pruebas, algunas de ellas falsas, que mostraban peligroso armamento escondido en los arsenales iraquíes. De esta forma, EEUU iba cobrando adeptos a su causa y creó la Coalición de la voluntad que aglutinaría a los propios EEUU, Reino Unido, España, Portugal, Italia, Polonia, Dinamarca, Australia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Malta, Chipre, Israel y Kuwait.

Aún con la enorme cantidad de estos países que conformaban la Coalición apoyando dicha invasión, EEUU tuvo serios problemas para convencer a la Comunidad Internacional de la necesidad de dichos propósitos. De hecho, este acto de agresión no contaría nunca con el mandato expreso del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y, su secretario, Kofi Annan así lo expresó. También, EEUU, contaría con la negativa de Francia, Alemania y Rusia. Dos de estos países, Francia y Rusia, con derecho de veto en el Consejo y advirtiendo, los propios galos, que si fuera necesario desaprobarían los actos de guerra en la ONU. Esto propició numerosos actos de boicot a los productos franceses en EEUU.

Lo verdaderamente sustancioso era que Europa quedaba dividida por el eje franco-alemán, verdaderos motores de la Unión Europea, y Rusia por un lado y, por otro, formado por estados con poco peso específico en decisiones internacionales. Por lo cual, los aliados verdaderamente provechosos se reducían a dos. EEUU contaba con el siempre presente y leal aliado del Viejo Continente, Reino Unido, y una España que aparentaba más de lo que realmente era.

Además de Irak, en Oriente Medio, también, Irán es síntoma de preocupación en Europa por su empeño en desarrollar armamento nuclear que desestabilizaría esa zona en particular y, el Mundo, en general. Así, Reino Unido, Francia y Alemania, como voz de Europa, presionan a Irán para que abandone dichos proyectos. De esta forma, la Unión Europea influencia enérgicamente al Organismo Internacional de Energía Atómica, organización conexa a Naciones Unidas, para que el régimen iraní colabore, ya que el enriquecimiento de Uranio es patente, gracias a las importaciones desde China.

Lo que se atisba, finalmente, es una Unión Europea confusa, imprecisa y desdibujada por no saber mantener a todos sus socios integrantes en una política exterior común con intereses afines, dejando de lado alianzas unitarias que desmembranan el tejido de conjunción europeo en aras de fortalecer el sistema impuesto por el país hegemónico, los Estados Unidos de América, y que le viene perfectamente bien para seguir manteniendo su estatus de primera potencia mundial.

También es incoherente que países con un peso internacional más real, como Alemania o Japón, que honorífico, como Rusia, e, incluso venidos a menos desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, como Francia y Reino Unido, posean un asiento permanente en el Consejo de Naciones Unidas.

Patente queda que Europa necesita de alianzas y propósitos comunes en lo referente a la política exterior, si desea ser algún día una superpotencia y tutear a EEUU.
--
Puede descargar el artículo leído en formato pdf.

No hay comentarios: