martes, 20 de febrero de 2007

La farsa estatutaria

Manuel Chaves promulgó el sí para la aprobación del Estatuto Andaluz.El pasado 18 de febrero quedó refrendado mediante un ecuánime referéndum la reforma del Estatuto Andaluz. En día de elecciones y carnavales se pasaron por las urnas el 36,28% del censo electoral de los que el 87,45% dijo sí a la reforma estatutaria.

Tras estos minúsculos e irrisorios datos de ratificación del Estatuto, los grandes artífices de la medida se apresuraron a echarse los trastos a la cabeza, como viene siendo habitual. Así, el Presidente de la Junta de Andalucía, Manuel Chaves admitió su responsabilidad por la prácticamente nula participación y basó su argumentación, a tal efecto, a la posible confianza de los propios andaluces en que el Texto saliera adelante sin demasiada dificultad. El opositor Javier Arenas, otro de los promotores del Estatuto, tuvo la genial idea de culpar a Chaves por impulsar la Reforma, y alegó que los intereses y preocupaciones de los andaluces eran otros bien distintos, como ha quedado comprobado al término de la jornada electoral.

Lo gracioso de todo es que la farsa estatutaria está de rebajas recorriendo las distintas comunidades autónomas. De esta forma se intenta aprovechar la conformidad del actual Gobierno socialista abierto a los cambios y, aquí, tanto unos como otros, sociatas y populares, les viene bien esta apertura para convertir las diferentes regiones en satrapías.

L'Estatut d'autonomia de Catalunya fue el primogénito encargado de abrir la Caja de Pandora con todos los chismes nacionalistas para las diferentes reformas que se llevarán a cabo en las Islas Baleares, Valencia y, próximamente, en Galicia.

El peligro que conlleva toda esta serie de cambios, en los vigentes estatutos de las diferentes comunidades autonómicas, es la feudalización de la Nación española cediendo intereses políticos, económicos y culturales a las regiones que la conforman. Y lo peor de todo es que toda esta metamorfosis estatutaria que sufre el Estado interesa solamente a la clase política, el resto de ciudadanos espera otras leyes que sí cambien su vida a mejor en vez de falsas nacionalidades históricas.

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